A medida que se ensancha por toda Europa el marco regulatorio de la sostenibilidad, cada vez más empresas empiezan a abrazar este nuevo paradigma. Porque, no nos engañemos, el ‘compliance’ se ha convertido en una razón de peso para las compañías a la hora de adoptar medidas sostenibles. Entre otras cosas, porque según los últimos datos, el 84% de las compañías españolas están sujetas a alguna obligación o requerimiento normativo asociado a los ámbitos ESG (aunque en muchos casos sus órganos de gobierno lo desconozcan). Por eso, la pregunta ya no es tanto por qué apostar por la sostenibilidad… sino cómo introducirla en la estrategia corporativa.
Hay que partir de un hecho incuestionable: existen al menos dos límites evidentes a la hora de asumir la ESG como un elemento estratégico en la empresa. De un lado, que la concepción original de los criterios que la componen, allá por los años 2000, se basa en la Inversión Socialmente Responsable (ISR). Es decir, que hay quien sigue pensando en la ESG única y exclusivamente como un mecanismo de financiación o de atracción de la inversión. De otro, que la mayoría de las empresas se enfocan en una sola sigla, la E (ambiental). Un sesgo que no solo ha marginado históricamente al impacto social y la gobernanza corporativa, sino que ha impedido que las empresas puedan beneficiarse realmente de estos dos pilares fundamentales de la ESG.
La comunicación como eje transversal a la sostenibilidad
Sin embargo, es precisamente en este punto donde en los últimos años han entrado en juego la denominada RSC, primero, la RSE, después, y por último el impacto social de las empresas. Todas ellas, con una idea común (aunque desde distinto prisma): llenar ese vacío en cuanto a sostenibilidad social y de gobernanza. Y todas ellas, por supuesto, con el objetivo de elevar la sostenibilidad al plano estratégico dentro de la empresa. ¿Por qué? Pues porque los datos empiezan a hablar de una necesidad imperante. Por ejemplo, según un reciente estudio, más del 80% de los consumidores españoles ya escogen sus marcas en función de la conciencia climática y social de la compañía… y, ojo, también de la de su CEO.
No es de extrañar que la comunicación responsable se haya convertido en un acelerador a la hora de introducir la sostenibilidad en la estrategia corporativa. Sobre todo, porque el paradigma de la sostenibilidad hace que el propósito de las empresas ya no se pueda centrar exclusivamente en buscar el rendimiento financiero, sino en construir impacto social a través de su relación con sus stakeholders, incluyendo inversiones cada vez más ligadas a la sostenibilidad, consumidores cada vez más concienciados, empleados cada vez más exigentes y, por supuesto, una interdependencia cada vez más evidente entre las empresas y los ecosistemas en los que impactan.
En este punto, cabe preguntarse: ¿qué son exactamente los criterios ESG? Sin ahogarnos en conceptos excesivamente técnicos, podemos resumirlos básicamente como un conjunto de principios que evalúan el impacto ambiental, social y de gobernanza de una empresa. Desde el consumo de recursos naturales hasta las prácticas laborales, pasando por la diversidad y la inclusión, estos criterios nos ayudan a tomar decisiones más conscientes y responsables, pensando en el impacto a largo plazo en nuestro planeta, en las personas y en la rentabilidad de nuestra organización.
Más allá del impacto ambiental: la importancia de la S y G
Como decíamos, tradicionalmente la sostenibilidad se ha asociado siempre al impacto ambiental. Pero los criterios ESG van mucho más allá. También abordan los aspectos sociales y de gobernanza de nuestras empresas. Primero, porque la responsabilidad hacia la sociedad en la que operamos es fundamental: debemos asegurarnos de promover prácticas laborales justas, garantizar la seguridad y el bienestar de nuestros empleados, y contribuir positivamente a las comunidades locales. Esto no solo generará confianza y lealtad en nuestra empresa, sino que también nos ayudará a construir relaciones más sólidas y a largo plazo con nuestros stakeholders.
Una estructura de gobierno sólida y transparente también es esencial para asegurar que nuestras decisiones sean éticas y responsables. Al centrar nuestros esfuerzos en mejorar nuestro modelo de gobernanza podremos garantizar una toma de decisiones más justa, evitando sesgos y promoviendo la diversidad en nuestros órganos de gobierno. En definitiva, se trata de hacer las cosas de manera equitativa y, por supuesto, cumpliendo con una normativa nacional y europea cada vez más vasta en este sentido. Algo que ya es práctica habitual tanto en pymes como en grandes empresas.
Por ejemplo, en su último informe de Sostenibilidad, el grupo Másmóvil define su sistema de gobierno corporativo en torno a “un conjunto de órganos, mecanismos de control y regulaciones”. Entre otros, el propósito de este sistema tiene como objetivo dirigir y regular la organización interna de forma transparente y eficaz, promoviendo el interés común y los intereses de sus partes interesadas, tal y como se refleja en su Política de Gobierno Corporativo. Además de dicha política, el Grupo cuenta con un Código Ético y una serie normas internas que permiten elevar esos valores nucleares de la compañía para poder generar impacto.
Además, la introducción de los criterios ESG no solo es importante desde un punto de vista ético, sino también desde una perspectiva financiera. Cada vez más inversores están considerando estos criterios al tomar decisiones de inversión. ¿Qué significa eso? Pues que si no adoptamos prácticas sostenibles, corremos el riesgo de perder oportunidades de financiación o de negocio. Y esto se aplica a cualquier entidad, pública o privada, del mundo. Un ejemplo reciente es el caso de Ecuador, que el año pasado logró canjear parte de su deuda soberana a cambio de preservar las Islas Galápagos. En total, unos 400 millones de euros de los ahorros generados con la operación estarán destinados al archipiélago y su entorno. Se trata de un caso pionero en el mundo de la inversión ESG, que evidencia el poder atractor cada vez mayor de la sostenibilidad.
¿Qué áreas están implicadas en la adopción de la ESG?
Es cierto que la ESG afecta en mayor o menor medida a todos los departamentos y estratos jerárquicos de la organización. Sin embargo, a pesar de tratarse de una cuestión transversal a la compañía, existen al menos cuatro áreas implicadas directamente en la adopción de la ESG: dirección general, recursos humanos, comunicación y financiero. La dirección general es la principal encargada de implementar la ESG en todas las capas de la empresa, en un proceso desde arriba hacia abajo. Sobre todo, porque “la identificación, medición y presentación de reportes sobre los impactos sociales y ambientales no puede comenzar hasta que la junta de directores y el CEO se comprometan con la administración mejorada de la sostenibilidad”, tal y como señala M. J. Epstein en su célebre obra ‘Sostenibilidad empresarial: administración y medición de los impactos sociales, ambientales y económicos’.
Una vez establecido el rol de la dirección general en la adopción de la sostenibilidad, el siguiente paso es trasladarlo al resto de las capas de la organización. Empezando por las personas que la componen. Para ello, RRHH es el vehículo principal, tratando de adecuar la cultura corporativa y participando en la construcción de un propósito transversal a la realidad de la plantilla, siempre en connivencia con la dirección general.
El rol de Recursos humanos y Financiero
Si la dirección general actúa como primer filtro de la adopción de la sostenibilidad y RRHH tiene la misión de aterrizar la ESG a las personas, la comunicación también tiene un rol fundamental a la hora de que el mensaje llegue a todas las capas de la organización. Se trata de una labor transversal, tanto si la comunicación interna es parte de ese departamento, como si depende de RRHH o se constituye en un área independiente relacionada con la sostenibilidad. Y, como sucede con el propósito, su mensaje debe construirse de dentro hacia afuera, empezando por la creación de canales internos a todos los niveles.
Una vez establecidas la estrategia de sostenibilidad de la compañía y los canales de comunicación interna y externa, toca implementar de manera efectiva esa estrategia ESG desde un punto de vista administrativo. Esto requiere de una dotación presupuestaria, una fijación de objetivos de rendimiento financiero, un reparto de roles por proyectos y una asignación de recursos. Como todo ello depende en última instancia del departamento financiero, se debe tratar de establecer una forma de medir la evolución y el retorno de todas las acciones implementadas en torno a la sostenibilidad.